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Adorar es...
Adorar es postrarse, es reconocer desde la humildad la grandeza infinita de Dios. Sólo la verdadera humildad puede reconocer la verdadera grandeza, y reconoce también lo pequeño que pretende presentarse como grande. Quizá una de las mayores perversiones de nuestro tiempo es que se nos propone adorar lo humano dejando de lado lo divino. "Sólo al Señor adorarás" es el gran desafío ante tantas propuestas de nada y vacío. No adorar a los ídolos contemporáneos -con sus cantos de sirena- es el gran desafío de nuestro presente, no adorar lo no adorable es el gran signo de los tiempos de hoy. Ídolos que causan muerte no merecen adoración alguna, sólo el Dios de la vida merece "adoración y gloria".
Adorar es mirar con confianza a Aquel que aparece como confiable porque es dador de vida, instrumento de paz, generador de encuentro y solidaridad.
Adorar es estar de pie ante todo lo no adorable, porque la adoración nos vuelve libres y nos vuelve personas llenas de vida.
Adorar no es vaciarse sino llenarse, es reconocer y entrar en comunión con el Amor. Nadie adora a quien no ama, nadie adora a quien no considera como su amor.¡Somos amados! ¡Somos queridos!, "Dios es amor". Esta certeza es la que nos lleva a adorar con todo nuestro corazón a Aquel que "nos amó primero".
Adorar es descubrir su ternura, es hallar consuelo y descanso en su presencia, es poder experimentar lo del salmo 22: "Aunque cruce por oscuras quebradas, no temeré ningún mal, porque tú estás conmigo... Tu bondad y tu gracia me acompañan a lo largo de mi vida".
Adorar es ser testigos alegres de su victoria, es no dejarnos vencer por la gran tribulación y gustar anticipadamente de la fiesta del encuentro con el Cordero, el único digno de adoración, quien secará todas nuestras lágrimas y en quien celebramos el triunfo de la vida y del amor, sobre la muerte y el desamparo.
Adorar es acercarnos a la unidad, es descubrirnos hijos de un mismo Padre, miembros de una sola familia, es como lo descubrió Francisco: cantar las alabanzas unidos a toda la creación y a todos los hombres. Es atar los lazos que hemos roto con nuestra tierra, con nuestros hermanos, es reconocerlo a Él como Señor de todas las cosas, Padre bondadoso del mundo entero.
Adorar es decir "Dios", y decir "vida". Encontrarnos cara a cara en nuestra vida cotidiana con el Dios de la vida, es adorarlo con la vida y el testimonio. Es saber que tenemos un Dios fiel que se ha quedado con nosotros y que confía en nosotros.
¡Adorar es decir AMEN!
Entresacado de un discurso del Card. Jorge Mario Bergoglio,en el día del catequista en Argentina
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