DOMINGO III del manual A.N.E.

VIGILIA NOCTURNA del Manual ANE

Invitatorio

De pie

Presidente:

Señor, ábreme los labios.

Todos:

Y mi boca proclamará tu alabanza.

Antífona

Salmista:

Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva. Aleluya.

Todos:

Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva. Aleluya.

      Tiempo de Adviento (hasta el 16 de diciembre): Al Rey que viene, al Señor que se acerca, venid, adorémosle.
      Tiempo de Adviento (desde el día 17 al 23 de diciembre): El Señor está cerca, venid, adorémosle.
      Tiempo de Navidad: A Cristo, que por nosotros ha nacido, venid adorémosle.
      Tiempo de Cuaresma: Venid, adoremos a Cristo, el Señor, que por nosotros fue tentado y por nosotros murió.
      Tiempo de Pascua: Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.

Salmo 66

QUE TODOS LOS PUEBLOS ALABEN AL SEÑOR
Sabed que la salvación de Dios se envía a los gentiles (Hch 28, 28).

Salmista:

El Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación.

Todos:

Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva. Aleluya.

Salmista

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.

Todos:

Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva. Aleluya.

Salmista

Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud
y gobiernas las naciones de la tierra.

Todos:

Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva. Aleluya.

Salmista

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.

Todos:

Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva. Aleluya.

Salmista

La tierra ha dado su fruto,
nos bendice el Señor, nuestro Dios.
Que Dios nos bendiga; que le teman
hasta los confines del orbe.

Todos:

Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva. Aleluya.

Salmista

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Todos:

Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva. Aleluya.

TURNO DE VELA

HIMNO

Primicias son del sol de tu Palabra
las luces fulgurantes de este día;
despierte el corazón, que es Dios quien llama,
y su presencia es la que ilumina.

Jesús es el que viene y el que pasa
en Pascua permanente entre los hombres,
resuena en cada hermano su palabra,
revive en cada vida sus amores.

Abrid el corazón, es él quien llama
con voces apremiantes de ternura;
venid: habla, Señor, que tu palabra
es vida y salvación de quien escucha.

El día del Señor, eterna Pascua,
que nuestro corazón inquieto espera,
en ágape de amor ya nos alcanza,
solemne memorial en toda fiesta.

Honor y gloria al Padre que nos ama,
y al Hijo que preside esta asamblea,
cenáculo de amor le sea el alma,
su Espíritu por siempre sea en ella. Amén.

Salmodia

Sentados

Antífona 1

Todos:

Día tras día, te bendeciré, Señor. Aleluya.

      Domingo III de Adviento: Mirad, viene ya el Rey excelso, con gran poder, para salvar a todos los pueblos. Aleluya.
      Domingo III de Cuaresma: Día tras día, te bendeciré, Señor.
      Domingo III de Pascua: Aleluya, La piedra ha sido removida de la entrada del sepulcro. Aleluya.
      Domingo VII de Pascua: Aleluya. Dios resucitó a Cristo de éntrelos muertos y lo glorificó. Aleluya.

Salmo 144

HIMNO A LA GRANDEZA DE DIOS
Tú, Señor, el que eras y eres, eres justo (Ap 16, 5).

Recitado a dos coros

Te ensalzaré, Dios mío, mi rey;
bendeciré tu nombre por siempre jamás.

Día tras día, te bendeciré
y alabaré tu nombre por siempre jamás.

Grande es el Señor, merece toda alabanza,
es incalculable su grandeza;
una generación pondera tus obras a la otra,
y le cuenta tus hazañas.

Alaban ellos la gloria de tu majestad,
y yo repito tus maravillas;
encarecen ellos tus temibles proezas,
y yo narro tus grandes acciones;
difunden la memoria de tu inmensa bondad,
y aclaman tus victorias.

El Señor es clemente y misericordioso,
lento a la cólera y rico en piedad;
el Señor es bueno con todos,
es cariñoso con todas sus criaturas.

Gloria al Padre, al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Se puede repetir la Antífona 1. Breve pausa.

Antífona 2

Todos:

Tu reinado, Señor, es un reinado perpetuo. Aleluya.

      Domingo III de Adviento: Alégrate y goza, hija de Jerusalén; mira a tu Rey que viene; no temas, Sión, tu salvación está cerca.
       Domingo III de Cuaresma: Tu reinado, Señor, es un reinado perpetuo.
       Domingo III de Pascua: Aleluya. ¿A quién buscas, mujer?, ¿al que vive entre los muertos? Aleluya.
       Domingo VII de Pascua: Aleluya. Has sido encumbrado, Señor, por encima de los cielos. Aleluya.

II

Recitado a dos coros

Que todas las criaturas te den gracias, Señor,
que te bendigan tus fieles;
que proclamen la gloria de tu reinado,
que hablen de tus hazañas;

explicando tus hazañas a los hombres,
la gloria y majestad de tu reinado.
Tu reinado es un reinado perpetuo,
tu gobierno va de edad en edad.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Se puede repetir o no la Antífona 2
Breve pausa

Antífona 3

Todos:

El Señor es fiel a sus palabras, bondadoso en todas sus acciones. Aleluya.

      Domingo III de Adviento: Salgamos con corazón limpio a recibir al Rey supremo, porque está para venir y no tardará.
      Domingo III de Cuaresma: El Señor es fiel a sus palabras, bondadoso en todas sus acciones.
      Domingo III de Pascua: Aleluya. No llores, María; ha resucitado el Señor. Aleluya.
      Domingo VII de Pascua: Aleluya. Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra. Aleluya.

III

Recitado a dos coros

El Señor es fiel a sus palabras,
bondadoso en todas sus acciones.
El Señor sostiene a los que van a caer,
endereza a los que ya se doblan.

Los ojos de todos te están aguardando,
tú les das la comida a su tiempo;
abres tú la mano,
y sacias de favores a todo viviente.

El Señor es justo en todos sus caminos,
es bondadoso en todas sus acciones;
cerca está el Señor de los que lo invocan,
de los que lo invocan sinceramente.

Satisface los deseos de sus fieles,
escucha sus gritos, y los salva.
El Señor guarda a los que lo aman,
pero destruye a los malvados.

Pronuncie mi boca la alabanza del Señor,
todo viviente bendiga su santo nombre
por siempre jamás.

Gloria al Padre, al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio. Ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Puede repetirse o no la Antífona 3
Breve pausa

LECTURAS

Salmista:

Hijo mío, haz caso a mis palabras.

Todos:

Presta oído a mis consejos.

Lector

Del libro del Deuteronomio 8,1-5

Tened gran cuidado de poner por obra los mandamientos que os prescribo hoy para que viváis y os multipliquéis y entréis, para poseerla, en la tierra que Yahvé juró dar a vuestros padres.

Acuérdate de todo el camino que Yahvé, tu Dios, te ha hecho hacer estos cuarenta años por el desierto, para castigarte y probarte, para conocer los sentimientos de tu corazón y saber si guardas o no sus mandamientos.

Él te afligió, te hizo pasar hambre, y te alimentó con el maná, que no conocieron tus padres, para que aprendieras que no solo de pan vive el hombre sino de cuanto procede de la boca de Yahvé.

Tus vestidos no se envejecieron sobre ti, ni se hincharon tus pies durante esos cuarenta años, para que reconocieras en tu corazón que Yahvé, tu Dios, te instruye, como instruye un hombre a su hijo, y guardarás los mandamientos de Yahvé, tu Dios, marchando por sus caminos y temiéndole.

Se hace una breve pausa para reflexionar

RESPONSORIO

Todos:

Este es el pan bajado del cielo. No como el pan que comieron los padres y murieron. El que come este pan vivirá para siempre.

Salmista:

Este es el pan que baja del cielo, para que el que lo coma no muera.

Todos:

El que coma este pan vivirá para siempre.

SEGUNDA LECTURA

Desde un lugar apropiado (a poder ser, diferente del que se usa para proclamar las lecturas bíblicas), el lector proclama la lectura escogida especialmente para la vigilia, o la lectura y responsorio siguientes:

Lector:

De la encíclica "Redemptor Hominis", del papa Juan Pablo II.

En el misterio de la Redención, es decir, de la acción salvífica realizada por Jesucristo, la Iglesia participa en el Evangelio de su Maestro no solo mediante la fidelidad a la Palabra y por medio del servicio a la verdad, sino igualmente mediante la sumisión, llena de esperanza y de amor, participa en la fuerza de la acción redentora que Él había expresado y concretado en forma sacramental, sobre todo en la Eucaristía. Este es el centro y el vértice de toda la vida sacramental, por medio de la cual cada cristiano recibe la fuerza salvífica de la Redención, empezando por el misterio del Bautismo, en el que somos sumergidos en la muerte de Cristo, para ser partícipes de su Resurrección, como enseña el Apóstol.

A la luz de esta doctrina, resulta aún más clara la razón por la que toda la vida sacramental de la Iglesia y de cada cristiano alcanza su vértice y su plenitud precisamente en la Eucaristía. En efecto, en este Sacramento se renueva continuamente, por voluntad de Cristo, el misterio del sacrificio, que Él hizo de sí mismo al Padre sobre el altar de la Cruz: sacrificio que el Padre aceptó, cambiando esta entrega total de su Hijo que se hizo "obediente hasta la muerte" con su entrega paternal, es decir, el don de la vida nueva e inmortal en la resurrección porque el Padre es el primer origen y el dador de vida desde el principio. Aquella vida nueva, que implica la glorificación corporal de Cristo crucificado, se ha hecho signo eficaz del nuevo don concedido a la humanidad, don que es el Espíritu Santo, mediante el cual la vida divina, que el Padre tiene en sí y que da a su Hijo, es comunicada a todos los hombres que están unidos a Cristo.

La Eucaristía es el sacramento más perfecto de esta unión. Celebrando y al mismo tiempo participando en la Eucaristía, nosotros nos unimos a Cristo terrestre y celestial que intercede por nosotros al Padre, pero nos unimos siempre por medio del acto redentor de su sacrificio, por medio del cual Él nos ha redimido, de tal forma que hemos sido "comprados a precio". El precio de nuestra redención muestra, igualmente, el valor que Dios mismo atribuye al hombre, demuestra nuestra dignidad en Cristo. Llegando a ser, en efecto, "hijos de Dios", hijos de adopción, a su semejanza llegamos a ser al mismo tiempo "reino y sacerdotes", obtenemos "el sacerdocio regio", es decir, participamos en la única e irreversible devolución del hombre y del mundo al Padre, que el Hijo eterno y al mismo tiempo verdadero hombre, hizo de una vez para siempre. La Eucaristía es el Sacramento en que se expresa más claramente nuestro nuevo ser, en el que Cristo mismo, incesantemente y siempre de manera nueva, "certifica" en el Espíritu Santo a nuestro espíritu que cada uno de nosotros, como partícipe del misterio de la Redención, tiene acceso a los frutos de la filial reconciliación con Dios, que Él mismo había realizado y siempre realiza entre nosotros mediante el misterio de la Iglesia.

Se hace una breve pausa para reflexionar

RESPONSORIO

Todos:

Después de haber cenado, tomó Jesús el cáliz, diciendo: éste es el cáliz de la nueva alianza, sellada con mi sangre. Haced esto en memoria mía.

Salmista:

De ello me acordaré constantemente, y mi alma desfallecerá de amor al recordarlo.

Todos:

Haced esto en memoria mía.

A continuación, todos los domingos del año, excepto en tiempo de Cuaresma, se dice el HIMNO FINAL. Te Deum

De pie