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El 26 DE SEPTIEMBRE DE 1929 murió este gran pintor cántabro. Para conmemorar el 75º aniversario de este hecho, LA RED CÁNTABRA le tributa este pequeño homenaje, dando a conocer un poco de su vida y su obra. |
SU VIDA
José María Martínez, fundador del "Boletín de Comercio", se convierte pronto en su promotor. Primero, le ayuda a trasladarse a Santander y, ya aquí, pone en marcha una suscripción popular con la que reunir fondos para que Riancho pueda ir a Madrid, a la Escuela de Bellas Artes de San Fernando. Tiene diecisiete años cuando ingresa en ésta, permaneciendo en ella entre 1858 y 1860. Aquí, sus progresos son rápidos, recibiendo influencia de su profesor Carlos de Haes (de quien el año pasado vimos en Cantabria una importante exposición), con quien congenia muy bien. Es Carlos de Haes quien recomienda a sus promotores santanderinos, que pretendían enviarlo a París, que continúe estudios en Amberes, con Lamorinière.
Desde 1862 hasta 1883 permanece en Bélgica, donde participa en 1873 en el Salón de Amberes y en 1874 en la Exposición Internacional de Bellas Artes de Namur. A su vuelta, precipitada por un indeseado proyecto matrimonial (el marchante que distribuía sus cuadros en Bélgica e Inglaterra quería casarle con su hija), tras un breve paso por Santander, se instala durante cinco años en Valladolid, para establecerse en 1888 en su pueblo de Entrambasmestas. Aquí pinta lo "suyo". Como dice Martínez Cerezo, «poco a poco, el pintor que ha conocido en Bélgica y Francia el impresionismo, va a ir reinventándolo a su modo desde el principio, como si no existiera y hubiera él de sacarlo a la luz. Alejado de la vida de relación, sin más escapadas a la capital que las imprescindibles, Riancho pinta en la paz del monte, donde se convierte en verdadero "apostol del árbol". Pasa horas y horas, mañanas y tardes, días y días, tratando de captar las variaciones de un mismo paisaje, según estación y hora. El pintor, olvidado de maestros, está encontrándose a sí mismo». El dinero no le preocupa y malvende sus cuadros en Santander o los rifa en las ferias.
Desde 1923 comienza a pintar con más libertad. «Más que la representación del paisaje, lo que ahora le importa a Riancho es expresar en imágenes la impresión que el paisaje provoca en su ser de pintor naturalista». El pintor entra así en su etapa más propia y original.
Participa en exposiciones colectivas, como la Exposición de Artistas Montañeses de 1888, las del Ateneo santanderino de 1914, 1915 y 1916 y en la de 1918, inaugurada por Alfonso XIII, además de en la Exposición Nacional que el Círculo de Bellas Artes organizó en Santander en 1919. En 1922 y 1923 expone individualmente en el Ateneo.
Riancho, este gran pintor montañés, muere con 88 años en Ontaneda, en casa de su sobrina, sin haber recibido más homenaje que el que le dedicaron en Santillana del Mar en 1928, con una exposición individual y un banquete presidido por el Conde de Güell, con asistencia, entre otros, de la archiduquesa Margarita de Austria. El gran reconocimiento a sus méritos se produce tiempo después, destacando en este sentido la exposición antológica que se celebró en el Museo Español de Arte Contemporáneo, en febrero de 1973.
SU OBRA
Destaca cómo «el dibujo, a lápiz o carbón, es riguroso, pormenorizado y amanerado al principio, bituminoso, achinado y líquido al final», mientras su trazo pictórico «es corto, primoroso y detallista en los cuadros de primera época, y enérgico, vivaz y directo a medida que se acerca al final».
Otros autores señalan otra etapa, coincidente con su estancia en Valladolid, más luminosa. Pero todos coinciden en que es la obra realizada en Entrambasmestas la que destaca sobre manera, primero con esa fase de paisajes reales y, luego, con la otra plena de libertad. Lafuente Ferrari apunta «la desenfadada técnica con que expresa sus masas de árboles añosos con amplia pincelada pastosa, y vuelca su impresión de color en los verdes, en los luces y en los cielos, con una espontaneidad salvaje y asombrosa», mientras Gaya Nuño dice que los paisajes de esta época «sorprenden por la infinita libertad de pincelada, actuando por ráfagas luminosas que rebasan el impresionismo, sobre el que Agustín Riancho había saltado sin quemarse, hacia más radicales conceptos«.
En el Museo de Bellas Artes de Santander se pueden ver obras de sus diversas etapas. Así, junto a varios óleos de sus inicios en España y un amplio número de bocetos y obras realizadas en su estancia en Bélgica, se muestran obras de su etapa postbelga, tanto de la fase más paisajista (se puede contemplar su mejor trabajo durante estos años «La cagigona»), como de la fase final, más audaz, a la que corresponden «La primavera» o «Río en otoño».
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EL APELLIDO RIANCHO