LA NAVIDAD

Un año más llegó la Navidad. Las luces en nuestras calles desde hace ya unas cuantas semanas, los anuncios en televisión y otros medios, los escaparates de las tiendas..., todo nos lo recuerda continuamente. Se trata de que estemos alegres y lo celebremos comprando, consumiendo. Y es que nuestras navidades, lejos de aquella primera Navidad -que se supone recordamos- en la que Jesús nace en un pobre portal, son la exaltación máxima del consumo. Consumimos desde lotería hasta toda clase de exquisitos manjares que no nos podemos permitir el resto del año, pasando por todo tipo de productos que compramos para regalar o para que nos regalen.

Decenas de miles de pesetas nos gastamos en estos días cada español, según las estadísticas. Sin embargo, como todas las medias estadísticas, encubren unas grandes diferencias porque las familias más pobres lo siguen siendo también en estas fechas y aunque se permitan, haciendo un esfuerzo, algún "extra" sobre lo que suele ser habitual, la escasez de medios no les permite acercarse a esa media de gasto por español.

En cualquier caso, incluso estas familias españolas más necesitadas son unas privilegiadas si se las compara con las de otros países, que carecen de lo más elemental, como consecuencia del desigual reparto de riquezas que hay en el mundo.
En estos días, precisamente, se nos recuerda mucho ésto y son muchas las Organizaciones No Gubernamentales que hacen campañas especiales para recaudar fondos con los que paliar alguno de esos grandes males que afectan al mundo. Se nos llama a la solidaridad para con quien más lo necesita de verdad y la respuesta es, en general, bastante aceptable.

Esta solidaridad para con los necesitados es uno de los rasgos positivos que se conservan en esta comercializada Navidad que celebramos en Occidente, si bien hay quien la atribuye a la mala conciencia que tenemos, sabedores de que, en el fondo, nuestras riquezas -grandes o pequeñas- se basan en un sistema que condena a millones de seres humanos, en otras partes del mundo, a la miseria más absoluta.

Estas fechas y las celebraciones que conllevan incitan a las familias a reunirse, a convivir más que en el resto del año, lo que no deja de ser también positivo, sobre todo si se trata de un acercamiento basado en el respeto, en aceptar a los otros (sean hijos o padres, nietos o abuelos, familia "política" o familia natural...) tal como son, con sus pros y sus contras, sin querer cambiarlos para que sean de nuestro total agrado.

Como consecuencia de este carácter familiar de la Navidad es un tiempo especial también para echar de menos a esos familiares que fallecieron, lo que, sobre todo si su muerte ha sido reciente, causa cierta tristeza, tristeza que, en el caso de los cristianos, debe quedar mitigada pensando en Jesús, cuyo nacimiento celebramos ahora, y su Resurrección.

¡Que no nos venza la tristeza! Alegrémonos y alegremos a los demás en estas fiestas.
FELICIDADES A TODOS.