Vigilia de Jueves Santo
del Manual A.N.E.


OFICIO DE LECTURAS

(Pág. 481 del Manual.Turnos a partir de las 12 de la noche)

INVITATORIO
(Pág. 481)

(Toda la asamblea junta)

(De pie. † Se hace la señal de la cruz mientras se dice:)

Presidente:

Señor, ábreme los labios.

Todos:

Y mi boca proclamará tu alabanza.

Salmista:

Venid, adoremos a Cristo, Hijo de Dios, que nos redimió con su sangre.

Todos:

Venid, adoremos a Cristo, Hijo de Dios, que nos redimió con su sangre.

SALMO 94: INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA

Salmista:

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

Repiten todos la Antífona.

Salmista:

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

Repiten todos la Antífona.

Salmista:

Entrad, postrémonos por tierra, bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

Repiten todos la Antífona.

Salmista:

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.

Repiten todos la Antífona.

Salmista:

Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
"Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso"".

Repiten todos la Antífona.

Salmista:

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Todos:

Venid, adoremos a Cristo, Hijo de Dios, que nos redimió con su sangre.

HIMNO
(De pie. Todos)

Victoria, tú reinarás,
¡Oh cruz, tú nos salvarás!

El Verbo en ti clavado,
muriendo nos rescató;
de ti, madero santo,
nos viene la redención.

Extiende por el mundo,
tu reino de salvación.
¡Oh cruz, fecunda fuente,
de vida y bendición!

Impere sobre el odio,
tu Reino de caridad;
alcancen las naciones,
el gozo de la unidad.

Aumenta en nuestras almas,
tu Reino de santidad;
el río de la gracia,
apague la iniquidad.

La gloria por los siglos,
a Cristo libertador,
su cruz nos lleve al cielo,
la tierra de promisión.

SALMODIA:
(Sentado. A dos coros)

Antífona 1

Todos:

Se alían los reyes de la tierra, los príncipes conspiran contra el Señor y contra su Mesías.

SALMO 2: EL MESÍAS, REY VENCEDOR

¿Por qué se amotinan las naciones, y los pueblos planean un fracaso?

Se alían los reyes de la tierra,
los príncipes conspiran
contra el Señor y contra su Mesías:
"rompamos sus coyundas,
sacudamos su yugo".

El que habita en el cielo sonríe,
el Señor se burla de ellos.
Luego les habla con ira,
los espanta con su cólera:
"Yo mismo he establecido a mi rey
en Sión, mi monte santo".

Voy a proclamar el decreto del Señor;
él me ha dicho:
"Tú eres mi hijo:
yo te he engendrado hoy.
Pídemelo: te daré en herencia las naciones,
en posesión, los confines de la tierra:
los gobernarás con cetro de hierro,
los quebrarás como jarro de loza".

Y ahora, reyes, sed sensatos;
escarmentad, los que regís la tierra:
servid al Señor con temor,
rendidle homenaje temblando;
no sea que se irrite, y vayáis a la ruina,
porque se inflama de pronto su ira.
¡Dichosos los que se refugian en Él!

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Todos:

Se alían los reyes de la tierra, los príncipes conspiran contra el Señor y contra su Mesías.

(Breve pausa para reflexionar)

Antífona 2

Todos:

Se reparten mi ropa, echan a suerte mi túnica.

SALMO 21,2-23:

Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
a pesar de mis gritos, mi oración no te alcanza.

Dios mío, de día te grito, y no respondes;
de noche, y no me haces caso;
aunque tú habitas en el santuario,
esperanza de Israel.

En ti confiaban nuestros padres;
confiaban, y los ponías a salvo;
a ti gritaban, y quedaban libres;
en ti confiaban, y no los defraudaste.

Pero yo soy un gusano, no un hombre,
vergüenza de la gente, desprecio del pueblo;
al verme, se burlan de mí,
hacen visajes, menean la cabeza:
"Acudió al Señor, que lo ponga a salvo;
que lo libre, si tanto lo quiere".

Tú eres quien me sacó del vientre,
me tenías confiado en los pechos de mi madre;
desde el seno pasé a tus manos,
desde el vientre materno tú eres mi Dios.
No te quedes lejos, que el peligro está cerca
y nadie me socorre.

Me acorrala un tropel de novillos,
me cercan toros de Basán;
abren contra mí las fauces
leones que descuartizan y rugen.

Estoy como agua derramada,
tengo los huesos descoyuntados;
mi corazón, como cera,
se derrite en mis entrañas;

mi garganta está seca como una teja,
la lengua se me pega al paladar;
me aprietas contra el polvo de la muerte.

Me acorrala una jauría de mastines,
me cerca una banda de malhechores;
me taladran las manos y los pies,
puedo contar mis huesos.

Ellos me miran triunfantes,
se reparten mi ropa,
echan a suerte mi túnica.

Pero tú, Señor, no te quedes lejos;
fuerza mía, ven corriendo a ayudarme.
líbrame a mí de la espada,
y a mi única vida, de la garra del mastín;
sálvame de las fauces del león;
a este pobre, de los cuernos del búfalo.

Contaré tu fama a mis hermanos,
en medio de la asamblea te alabaré.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Todos:

Se reparten mi ropa, echan a suerte mi túnica.

(Breve pausa para reflexionar)

Antífona 3

Todos:

Me tienden lazos los que atentan contra mí.

SALMO 37: ORACIÓN DE UN PECADOR EN PELIGRO DE MUERTE

Señor, no me corrijas con ira,
no me castigues con cólera;
tus flechas se me han clavado,
tu mano pesa sobre mí;

no hay parte ilesa en mi carne
a causa de tu furor,
no tienen descanso mis huesos
a causa de mis pecados;

mis culpas sobrepasan mi cabeza,
son un peso superior a mis fuerzas;
mis llagas están podridas y supuran
por causa de mi insensatez;
voy encorvado y encogido,
todo el día camino sombrío.

Tengo las espaldas ardiendo,
no hay parte ilesa en mi carne;
estoy agotado, deshecho del todo;
rujo con más fuerza que un león.

Señor mío, todas mis ansias están en tu presencia,
no se te ocultan mis gemidos;
siento palpitar mi corazón,
me abandonan las fuerzas,
y me falta hasta la luz de los ojos.

Mis amigos y compañeros se alejan de mí,
mis parientes se quedan a distancia;
me tienden lazos los que atentan contra mí,
los que desean mi daño me amenazan de muerte,
todo el día murmuran traiciones.

Pero yo, como un sordo, no oigo;
como un mudo, no abro la boca;
soy como uno que no oye
y no puede replicar.

En ti, Señor, espero,
y tú me escucharás, Señor, Dios mío;
esto pido: que no se alegren por mi causa,
que, cuando resbale mi pie, no canten triunfo.

Porque yo estoy a punto de caer,
y mi pena no se aparta de mí:
yo confieso mi culpa,
me aflige mi pecado.

Mis enemigos mortales son poderosos,
son muchos los que me aborrecen sin razón,
los que me pagan males por bienes,
los que me atacan cuando procuro el bien.

No me abandones, Señor;
Dios mío, no te quedes lejos;
ven aprisa a socorrerme,
Señor mío, mi salvación.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Todos:

Me tienden lazos los que atentan contra mí.

(Breve pausa para reflexionar)

LECTURAS

Salmista:

Se levantan contra mí testigos falsos.

Todos:

Que respiran violencia.

Primera lectura
(Desde el Ambón)

Cristo, sumo sacerdote, con su propia sangre, ha entrado en el santuario una vez para siempre.

Lector:

De la carta a los Hebreos (9, 11-28)

Hermanos: Cristo ha venido como sumo sacerdote de los bienes definitivos. Su tabernáculo es más grande y más perfecto: no hecho por manos de hombre, es decir, no de este mundo creado. No usa sangre de machos cabríos ni de becerros, sino la suya propia; y así ha entrado en el santuario una vez para siempre, consiguiendo la liberación eterna.

Si la sangre de machos cabríos y de toros y el rociar con las cenizas de una becerra tienen el poder de consagrar a los profanos, devolviéndoles la pureza externa, cuánto más la sangre de Cristo, que, en virtud del Espíritu eterno, se ha ofrecido a Dios como sacrificio sin mancha, podrá purificar nuestra conciencia de las obras muertas, llevándonos al culto del Dios vivo.

Por esa razón, es mediador de una alianza nueva: en ella ha habido una muerte que ha redimido de los pecados cometidos durante la primera alianza; y así los llamados pueden recibir la promesa de la herencia eterna.

Mirad, para disponer de una herencia, es preciso que conste de la muerte del testador; pues un testamento adquiere validez en caso de defunción; mientras vive el testador, todavía no tiene vigencia. De ahí que tampoco faltase sangre en la inauguración de la primera alianza.

Cuando Moisés acabó de leer al pueblo todas las prescripciones contenidas en la ley, cogió la sangre de los becerros y las cabras, además de agua, lana escarlata e hisopo, y roció primero el libro mismo y después al pueblo entero, diciendo: «Ésta es la sangre de la alianza que hace Dios con vosotros.» Con la sangre roció, además, el tabernáculo y todos los utensilios litúrgicos. Según la ley, prácticamente todo se purifica con sangre, y sin derramamiento de sangre no hay perdón. Bueno, estos esbozos de las realidades celestes tenían que purificarse por fuerza con tales ritos, pero las realidades mismas celestes necesitan sacrificios de más valor que éstos.

Pues Cristo ha entrado no en un santuario construido por hombres -imagen del auténtico-, sino en el mismo cielo, para ponerse ante Dios, intercediendo por nosotros. Tampoco se ofrece a sí mismo muchas veces -como el sumo sacerdote, que entraba en el santuario todos los años y ofrecía sangre ajena; si hubiese sido así, tendría que haber padecido muchas veces, desde el principio del mundo-. De hecho, él se ha manifestado una sola vez, al final de la historia, para destruir el pecado con el sacrificio de sí mismo. Por cuanto el destino de los hombres es morir una sola vez. Y después de la muerte, el juicio. De la misma manera, Cristo se ha ofrecido una sola vez para quitar los pecados de todos. La segunda vez aparecerá, sin ninguna relación al pecado, a los que lo esperan, para salvarlos.

(Se hace una pausa para reflexionar)

RESPONSORIO

Todos:

Como cordero llevado al matadero y maltratado, no abría la boca; lo arrancaron de la tierra de los vivos, para dar vida a su pueblo.

Salmista:

Expuso su vida a la muerte y fue contado entre los pecadores.

Todos:

Para dar vida a su pueblo.

Segunda lectura
(Desde un lugar apropiado, a poder ser diferente al del Ambón)

El valor de la sangre de Cristo

Lector:

De la catequesis de san Juan Crisóstomo, obispo (Cat.3,13-19)

¿Quieres saber el valor de la sangre de Cristo? Remontémonos a las figuras que la profetizaron y recorramos las antiguas Escrituras.

Inmolad, dice Moisés, un cordero de un año; tomad su sangre y rociad las dos jambas y el dintel de la casa. ¿Qué dices, Moisés? La sangre de un cordero irracional ¿puede salvar a los hombres dotados de razón? "Sin duda, responde Moisés: no porque se trate de sangre, sino porque en esta sangre se contiene una profecía de la sangre del Señor".

Si hoy, pues, el enemigo, en lugar de ver las puertas rociadas con sangre simbólica, ve brillar en los labios de los fieles, puertas de los templos de Cristo, la sangre del verdadero Cordero, huirá todavía más lejos. ¿Deseas descubrir aún por otro medio el valor de esta sangre? Mira de dónde brotó y cuál sea su fuente. Empezó a brotar de la misma cruz y su fuente fue el costado del Señor. Pues muerto ya el Señor, dice el Evangelio, uno de los soldados se acercó con la lanza, y le traspasó el costado, y al punto salió agua y sangre: agua, como símbolo del bautismo; sangre, como figura de la eucaristía. El soldado le traspasó el costado, abrió una brecha en el muro del templo santo, y yo encuentro el tesoro escondido y me alegro con la riqueza hallada. Esto fue lo que ocurrió con el cordero: los judíos sacrificaron el cordero y yo recibo el fruto del sacrificio.

Del costado salió sangre y agua. No quiero, amado oyente, que pases con indiferencia ante tan gran misterio, pues me falta explicarte aún otra interpretación mística. He dicho que esta agua y esta sangre eran símbolos del bautismo y de la eucaristía. Pues bien, con estos dos sacramentos se edifica la Iglesia: con el agua de la regeneración y con la renovación del Espíritu Santo, es decir, con el bautismo y la eucaristía, que han brotado ambos del costado. Del costado de Jesús se formó, pues, la Iglesia, como del costado de Adán fue formada Eva.

Por esta misma razón afirma San Pablo: Somos miembros de su cuerpo, formados de sus huesos, aludiendo con ello al costado de Cristo. Pues de la misma forma que Dios hizo a la mujer del costado de Adán, de igual manera Jesucristo nos dio el agua y la sangre salida de su costado, para edificar la Iglesia. Y de la misma manera que entonces Dios tomó la costilla de Adán, mientras éste dormía, así también nos dio el agua y la sangre después que Cristo hubo muerto.

Mirad de qué manera Cristo se ha unido a su esposa, considerad con qué alimento la nutre. Con un mismo alimento hemos nacido y nos alimentamos. De la misma manera que la mujer se siente impulsada por su misma naturaleza a alimentar con su propia sangre y con su leche a aquél a quien ha dado a luz, así también Cristo alimenta siempre con sangre a aquellos a quienes él mismo ha hecho renacer.

(Se hace una pausa para reflexionar)

RESPONSORIO

Todos:

Os rescataron no con bienes efímeros, con oro o plata, sino a precio de la sangre de Cristo, el Cordero sin mancha. Así, unos y otros, podemos acercarnos al Padre con el mismo Espíritu.

Salmista:

La sangre del Hijo de Dios, Jesús, nos limpió los pecados.

Todos:

Así, unos y otros, podemos acercarnos al Padre con el mismo Espíritu.

ORACIÓN

Presidente:

Mira, Señor de bondad, a tu familia santa, por la cual Jesucristo, nuestro Señor, aceptó el tormento de la cruz, entregándose a sus propios enemigos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Todos:

Amén.

Presidente:

Bendigamos al Señor.

Todos:

Demos gracias a Dios.

ORACIÓN EN SILENCIO

(Se finaliza el Turno de Vela con el rezo de las preces expiatorias, la oración por el Fomento de la Adoración Nocturna y un Padre nuestro por la Iglesia y las intenciones del Santo Padre (unos diez minutos antes de la finalización del Turno).

ORACIÓN POR EL FOMENTO DE LA ADORACIÓN NOCTURNA

(Todos. De rodillas)

Señor Jesús, que decidiste permanecer con nosotros en el sacramento de la Eucaristía, aumenta nuestra fe en tu presencia y haz crecer en nuestro interior el deseo ferviente de estar contigo, adorándote alabándote y amándote.

Concede, Señor, a tu Iglesia nuevos adoradores, Jóvenes adoradores que, en silencio fecundo de la noche, se dejen hacer y deshacer por Ti, templen su espíritu al fuego de tu amor, contemplen tu rostro crucificado y gocen del esplendor de tu resurrección.

Que tu Espíritu, Señor, nos ayude a comprender que la vitalidad espiritual y apostólica de la Iglesia depende de nuestra unión contigo en la Eucaristía. Sólo este encuentro de amor con "quien sabemos nos ama" pueda proporcionarnos energías suficientes para salir al encuentro de nuestros hermanos y hacerles sentir tu misericordioso consuelo.

Tú que eres el "Dios con nosotros" y "tienes palabras de vida eterna", abre los oídos y el corazón de tus hermanos, los hombres, para que sientan tu llamada de Maestro y Pastor y respondan a tu invitación evangélica: "Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados que yo os aliviaré".

Que tu Madre, modelo e intercesora, nos enseñe a ser adoradores según tu corazón, adoradores en espíritu y verdad.

CÁNTICOS Y EVANGELIOS PARA LA VIGILIA

CÁNTICOS:

En los Turnos de Vela, a partir de la media noche, se aconseja emplear, para centrar la oración, algunos de los Cantos y Lecturas evangélicas que van a continuación.

Antífona

Todos:

Uno de los soldados, con la lanza, traspasó el costado del Señor crucificado, y al punto salió sangre y agua para nuestra salvación.

CÁNTICO I

Jeremías 14, 17-21; Lamentación del pueblo en tiempo de hambre y guerra

Mis ojos se deshacen en lágrimas,
día y noche no cesan:
por la terrible desgracia de la doncella de mi pueblo,
una herida de fuertes dolores.

Salgo al campo: muertos a espada;
entro en la ciudad: desfallecidos de hambre;
tanto el profeta como el sacerdote
vagan sin sentido por el país.

¿Por qué has rechazado del todo a Judá?
¿Tiene asco tu garganta de Sión?
¿Por qué nos has herido sin remedio?
Se espera la paz, y no hay bienestar,
al tiempo de la cura sucede la turbación.

Señor, reconocemos nuestra impiedad,
la culpa de nuestros padres,
porque pecamos contra ti.

No nos rechaces, por tu nombre,
no desprestigies tu trono glorioso;
recuerda y no rompas tu alianza con nosotros.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

(Breve pausa para reflexionar)

CÁNTICO II

Ezequiel 36, 24-28; Dios renovará a su pueblo

Os recogeré de entre las naciones,
os reuniré de todos los países,
y os llevaré a vuestra tierra.

Derramaré sobre vosotros un agua pura
que os purificará:
de todas vuestras inmundicias e idolatrías
os he de purificar;
y os daré un corazón nuevo,
y os infundiré un espíritu nuevo;
arrancaré de vuestra carne el corazón de piedra,
y os daré un corazón de carne.

Os infundiré mi espíritu,
y haré que caminéis según mis preceptos,
y que guardéis y cumpláis mis mandatos.

Y habitaréis en la tierra que di a vuestros padres.
Vosotros seréis mi pueblo,
y yo seré vuestro Dios.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

(Breve pausa para reflexionar)

CÁNTICO III

Lamentaciones 5, 1-7.15-17.19-21; Plegaria en la tribulación

Recuerda, Señor, lo que nos ha pasado;
mira y fíjate en nuestras afrentas.

Nuestra heredad ha pasado a los bárbaros;
nuestras casas, a extranjeros.

Hemos quedado huérfanos de padre,
y nuestras madres han quedado viudas.

Tenemos que comprar el agua que bebemos
y pagar la leña que nos llevamos.

Nos empujan con un yugo al cuello,
nos fatigan sin darnos descanso.

Hemos pactado con Egipto y Asiria
para saciarnos de pan.

Nuestros padres pecaron, y ya no viven,
y nosotros cargamos con sus culpas.

Ha cesado el gozo del corazón,
las danzas se han vuelto duelo.

Se nos ha caído la corona de la cabeza:
¡Ay de nosotros, que hemos pecado!

Por eso, está enfermo nuestro corazón
y se nos nublan los ojos.

Pero tú, Señor, eres rey por siempre;
tu trono dura de edad en edad.

¿Por qué te olvidas siempre de nosotros
y nos tienes abandonados por tanto tiempo?

Señor, tráenos hacia ti para que volvamos,
renueva los tiempos pasados.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

(Breve pausa para reflexionar)

Antífona

Todos:

Uno de los soldados, con la lanza, traspasó el costado del Señor crucificado, y al punto salió sangre y agua para nuestra salvación.

LECTURAS EVANGÉLICAS:

Pueden escogerse entre los relatos de la Pasión de nuestro Señor Jesucristo por los distintos evangelistas:

Mt 26-27; Mc 14-15; Lc 22-23; Jn 13-17 y 18-19.
La Liturgia de las Horas propone:
Mt. 27, 1-2. 11-56; o bien, Mc 15, 1-41; o bien, Lc 23, 1-49

ORACIÓN

Presidente:

Mira, Señor de bondad, a tu familia santa, por la cual Jesucristo, nuestro Señor, aceptó el tormento de la cruz, entregándose a sus propios enemigos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Todos:

Amén.

Último Turno de Vela:

EJERCICIO DEL VIA CRUCIS (Véase formula pág. 625)

Participaran en el todos los adoradores/as que hayan tomado parte en la Vigilia.
Para ganar la Indulgencia Plenaria, es condición indispensable recorrer la Estaciones. Aunque tuvieran que abandonar todos la capilla donde está el «Monumento», pueden hacerlo teniendo en cuenta que desde las doce de la noche no se considera el «Monumento» como reserva eucarística solemne, sino como reserva habitual. Si el conjunto de adoradores/as no puede moverse ordenadamente, basta que lo haga el que dirija el Ejercicio.


La Vigilia de la Adoración Nocturna es esencialmente una Vigilia de oración y adoración centrada en la Eucaristía, en nombre de toda la Íglesia. Nunca podrán faltar en nuestras vigilias: la oración personal y la oración litúrgica comunitaria que nos vincula a la Íglesia.


La Liturgia de las Horas es la oración que la Íglesia, en unión con Jesucristo, su Cabeza, y por medio de Él, ofrece a Dios. Se llama de las horas porque se efectúa en los principales momentos de cada día, que así es santificado junto con la actividad de los hombres (Laudes al comenzar el día; Vísperas al caer la tarde, Completas al acostarse...).
El Oficio de Lectura, desde los primeros siglos de la Íglesia, era la oración nocturna de los monjes mientras los hombres descansan; la alabanza y la oración del Señor no debe interrumpirse ni durante la noche.